Un equipo de un pueblo argentino derrotó a un imperio: el partido que todos recuerdan y no figura en registros oficiales
Hace 43 años, en 1982, en medio de la Guerra de Malvinas, un club de Olavarría le ganó a la poderosa selección soviética en un amistoso inolvidable.

En el corazón de la provincia de Buenos Aires, en un rincón alejado de los ruidos de la capital llamado Olavarría, ocurrió uno de los capítulos más extraños y emocionantes de la historia del fútbol argentino. Fue el 17 de abril de 1982, cuando el modesto club Loma Negra recibió ni más ni menos que a la selección de la Unión Soviética. Un duelo improbable, entre un club originario de obreros del cemento y embajadores del comunismo futbolístico.
Loma Negra, un equipo sin renombre internacional, derrotó 1-0 a los soviéticos, que venían invictos hacía 17 partidos. Fue uno de los dos únicos encuentros amistosos que jugó la URSS en Argentina como preparación para el Mundial de España 1982: uno fue ante la Selección en el Monumental; el otro, increíblemente, contra estos del interior bonaerense, un 17 de abril de 1982.
El gol de Mario Husillos sobre el final rompió la lógica y el silencio del estadio, después de que un delegado ruso pidiera en el entretiempo que bajaran la intensidad. Los jugadores de Loma Negra hicieron lo contrario. Jugaron con el alma. Los visitantes se marcharon sin saludar, heridos en su orgullo, sorprendidos por la fiereza de esos hombres que parecían salidos de una novela de Fontanarrosa.

Loma Negra era mucho más que un club: era el símbolo de una empresa poderosa, Cementos Loma Negra, que llegó a formar un equipo competitivo en los años 80 y en el 81 y el 83 jugó los torneos de Primera. Fundado en 1929, tuvo su apogeo durante el mandato de Amalia Lacroze de Fortabat, la dueña de la empresa cementera, quien soñaba con ver a su equipo jugar en lo más alto. En 1981, llegaron al Nacional B. En 1991, lograron su último título local. Pero en 1998 y 1999, dejaron de competir. La gloria había quedado atrás, pero el recuerdo de aquel partido, intacto.
Ese día, el cemento venció al acero, el pueblo al imperio. Y aunque el resultado nunca figuró en los libros oficiales del fútbol, quedó grabado en la memoria como una de esas historias que desafían la lógica.
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