Son tantas las aristas que abarca la contratación de Miguel Ángel Russo que no está muy claro por dónde empezar. Si por las desprolijidades y el escándalo local, por los paladines de la moral y las buenas costumbres, por la chicana de Gianni Infantino ofreciéndose a dirigir ante el vacío insólito del banco, por las idas y vueltas de negociaciones que abren interrogantes económicos sobre la situación de Boca. Si arrancar por los que mienten, ocultan, engañan, se esconden. O podríamos empezar preguntándonos por qué Russo otra vez, tres años y pico después de ser despedido como un cadete de primer trabajo.
Cabe reflexionar sobre el momento de Boca y de Russo, y también de este Riquelme insultado que baja la cortina de su palco, caliente o dolido o avergonzado de lo que es su equipo, su plantel, su club. Y hasta se podría comenzar por la inmensidad de este Boca que ocupa el minuto a minuto de la vida deportiva diaria de todos los argentinos, tan grande que minimiza sieteaceros de Independiente o empates pedorrísimos de River, o que deja en evidencia la pequeñez de este San Lorenzo que ve cómo le sacan al técnico sin disimulo y se contenta con cobrar unos pesos como resarcimiento por la dignidad pisoteada. Un San Lorenzo que se queja de la falta de ética, el mismo club que quiso probar una transferencia con un comprobante trucho y tiene al presidente suspendido y denunciado por meterse 25 lucas gringas en un bolsillo. ¡Ética!
Empecemos por lo incomprensible, lo que no tiene explicación. ¿Por qué Russo otra vez? ¿Tres años y medio después de echado y cinco técnicos después es la solución? Parece, más que otra cosa, el loop esquizofrénico de un tipo que está extraviado y solo en su burbuja de soberbia y confusión. Y que ya arrancó mal el nuevo ciclo, dejando que se filtrara el nombre de Miguel, exponiéndolo a un mal momento, a mentir o a ocultar, las dos cosas tuvo que hacer.
Probablemente, Russo merezca conducir a Boca más hoy que en el 2020, cuando su carrera languidecía en clubes de tercer o cuarto orden futbolístico. A la salida de Boca, fue apetecible en Arabia, sacó campeón a Central luego de una eternidad y llevó a la semifinal del campeonato a un San Lorenzo que se arrastra. Ahora, ¿es este hombre de 69 años lo que Boca necesita en este momento? Y más importante: ¿es Boca lo que necesita Russo en este trance tan particular de su vida? Miguelo es un sobreviviente, un tipo que se burló de la muerte con su sonrisa espléndida. Pero los vestigios de semejante pelea se le notan en el cuerpo. ¿Se detuvo a observar eso Riquelme o sólo pensó en salvar su culo buscando un escudo?

A ver: Russo es un depredador, un competidor refinado en los modos pero con el alma de la escuela de Bilardo y Zubeldía: huele sangre y se tira de cabeza. No son las cuestiones del espíritu las que generan un interrogante. Sí cómo podrá llevar el día a día, el segundo a segundo de un club que es un carnívoro insaciable. Ojalá Miguel lo dome un rato. Aunque ello no atempere la irresponsabilidad y la falta de escrúpulos de Riquelme por invitarlo a este culto salvaje. Y un asterisco: si lo que buscó el presidente es un escudo, que vaya buscando otro porque Russo no lo es. Ojalá las cosas salgan bien como cuando éramos un club serio y ganador, en la primera década de este siglo, pero si tenemos la puta mala leche de que salgan mal, no imagino a nadie insultando a Miguel. La responsabilidad, una vez más por lo extemporáneo y polémico de la elección, será de Riquelme.
Podríamos ahondar en la desprolijidad que rodea todo este caso. Russo asumió este viernes, tres días después de la vuelta de un plantel que se tomó una semana de vacaciones Tiempo que podía haberse aprovechado en algo tan básico como entrenamientos, conocimiento mutuo, selección natural de los que pueden seguir y los que deben irse. En cambio, se trabajó con preparadores físicos que ni siquiera sabían qué pretenderá Miguel de este plantel. La realidad es que Boca debió tener a su nuevo técnico a lo sumo 48 horas después del despido de Gago y el tiempo se malgastó en un interinato inconducente que, en su delirio, Riquelme llegó a soñar como plan A para el Mundial de Clubes. Afortunadamente la realidad le dio un cachetazo y las puteadas terminaron de marcarle el territorio.
Mientras los jugadores se entrenaban en la más absoluta acefalía, Russo intentó destrabar durante toda la semana su salida de San Lorenzo, dicen que con dinero propio. Podría suponerse que fue una puesta en escena algo burda para que San Lorenzo no se enterara de que le estábamos afanando al DT. Pero la realidad marca que a Gago lo hicieron esperar ocho meses para cobrar los millones que había puesto para salir de Chivas. Si el club anda maravillosamente desde el punto de vista económico, ¿por qué hicieron eso? ¿Se olvidaron? ¿Pusieron a laburar la guita de Pintita? El nivel de berretismo da para imaginar cualquier cosa.
Aunque el tema para llevar a terapia es otro: ¿sólo nos interesan los que tienen trabajo? ¿Tan buenos son que hasta pagamos por ellos? Es el tercero seguido que llega en condiciones similares. Y siempre estamos a destiempo. No nos interesan cuando están libres y nos enamoramos tan perdidamente cuando otros los tienen que somos capaces de pagar para sacárselos.
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Por lo pronto, y aunque Miguel es un profesional muy bien informado, en particular de un Boca que se le metió en la sangre, acá va un machete del cuadro de situación que será parte de su realidad diaria de ahora en adelante. Conducirá un plantel que todos los días tiene un quilombo distinto: lesiones, recuperaciones eternas, cumpleaños semiocultos, faltazos a prácticas por resaca encubierta como fiebre, aviones que se pierden, tratamientos capilares filmados en países limítrofes, amenazas de trompadas entre líderes (Marchesín vs. Rojo post eliminación), un referente mundial máximo que nunca está cuando lo necesitan (tampoco ahora), colombianos que bostezan de aburrimiento mientras se llenan los bolsillos con la nuestra sin jugar, refuerzos que no consiguen la visa para Estados Unidos por problemas con la justicia, campeones del mundo que no llegan por un ataque de ego del presidente, ex arqueros que siguen cobrando como profesionales, casi ex arqueros que se le van encima a los plateístas, gente que putea a jugadores y a Román, internas entre los que supuestamente están del mismo lado, husos horarios de países exóticos como Paraguay que se desconocen, pasacalles pasándose facturas de millones faltantes, auditorías internas, denuncias de una oposición atomizada donde se busca una cabeza... Debe haber 500 cosas más, pero no se puede estar en todo. Ah, Miguel, agrandaron la cancha: ahora hay 70 butacas más o algo así.
Este es el Boca que va a jugar el Mundial de Clubes contra un par de grandes europeos. Bah, hasta ahora, porque teóricamente JR está dispuesto a traer un par de refuerzos. Y también a depurar el plantel que le dejó... JR. En fin... Es el Boca de Riquelme en su laberinto circular, con sus paredes de papelones, dando vueltas sin avanzar un paso. Perdido.
Miguel, un mago especialista en desaparecer quilombos y hablar media hora sin decir nada, es el elegido. El nuevo técnico de Boca. El séptimo. Y no, no me voy a poner hacer jueguitos con el séptimo y la séptima (les recuerdo que todavía no estamos clasificados para la Libertadores 2026). No estamos para jueguitos. ¿Vieron aquello de que cuando llega un nuevo DT hay un aire distinto, se respira esperanza? Bueno, no me estaría pasando. ¿A ustedes sí?
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