Trabajó de carpintero, jugó en una liga amateur y es la revelación de Independiente Rivadavia
El mediapunta Matías Fernández se quedó sin club en 2022 después de haber estado a préstamo en Villa San Carlos desde Quilmes y atravesó una profunda depresión, pero el destino le tenía preparado un futuro inesperado.

Fueron seis meses que se convirtieron en un infierno. Matías Fernández (23 años), hoy volante de Independiente Rivadavia, estaba sin club desde que había rescindido su préstamo en Villa San Carlos en agosto de 2022 y tras no haber tenido lugar en Quilmes, que lo dejó libre. No era la primera vez que quedaba con el pase en su poder: lo mismo le había ocurrido en Estudiantes de La Plata cuando estaba en Sexta. Pero esta vez, el arranque del 2023 parecía ser el fin del sueño de ser futbolista. Pese a que su pequeño hijo y su mujer lo acompañaron durante ese proceso, nada pudo evitar que atravesara una depresión. Fue en ese entonces, cuando las esperanzas se esfumaban, que el fútbol volvió a su vida de la manera menos pensada.
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“Durante esos seis meses, donde no había muchas opciones ni aparecía ningún club, me fui a jugar dos meses a la liga de Pehuajó, en la que me pagaban por partido”, relata Fernández en diálogo con TyCSports.com. Su desembarco en aquella competencia regional llegó por invitación de Lautaro Cao, defensor categoría 2002 con quien coincidió en Villa San Carlos. Como muchos jugadores que no encuentran su oportunidad en equipos del Ascenso directamente afiliados a la AFA, Fernández desembarcó en la liga de la ciudad ubicada al noroeste de la provincia de Buenos Aires en la que, de la misma manera que sucede en otros torneos de esas características, la mayoría de los futbolistas que forman parte reciben un pago por cada encuentro (en general cuatro por mes) que no se asemeja a un salario, pero sí significa un ingreso extra que les permite darse algunos gustos.
“No tenía ni necesidad de entrenar, entonces me servía porque viajaba a disputar un partido y me pagaban por jugar”, cuenta Fernández que de lunes a viernes se dedicaba a trabajar como carpintero con su suegro. En aquel entonces, tenía claro una cosa: si pasaba mucho tiempo más sin conseguir un club que le diera un ingreso como para vivir de eso tendría que abandonar la ilusión y dedicarse a trabajar de carpintero o lo que fuera el resto de sus días. Su amigo Cao fue uno de los que le dio una mano en ese momento oscuro: “Gracias a él pude seguir jugando a la pelota porque si no me iba a quedar sin nada, no tenía pensado jugar en la liga de La Plata porque estaba destruido anímicamente”.
Durante los meses que Fernández hizo de la carpintería un sustento económico y viajó todos los fines de semana más de 400 kilómetros en el transcurso de casi dos meses para jugar en Defensores del Este, el equipo con más títulos de Pehuajó, el destino le tenía preparado un nuevo capítulo en el fútbol.
“Durante ese tiempo Rodrigo Figueroa (hoy futbolista de Midland) me insistía para que fuera a probarme a Excursionistas, pero yo no quería saber nada porque me quedaba muy lejos y anímicamente estaba muy mal, no quería saber nada con jugar al fútbol”, se sincera por teléfono desde Mendoza. Después de mucho pensarlo, Fernández accedió y se presentó en los entrenamientos. Le bastaron un par de prácticas para convencer al técnico y la dirigencia, que le ofrecieron formar parte del plantel. Así fue como Fernández eligió el club que fue creado en 1910 para realizar excursiones, sobre todo acuáticas, para hacer su propia excursión: desde La Plata hasta el Bajo Belgrano.
Los días de él como futbolista del Villero eran más o menos así: se levantaba a las 4.30 de la madrugada, se tomaba un tren, un colectivo, entrenaba con sus compañeros, regresaba a su ciudad cerca de las 15, dormía una siesta, cenaba y volvía a acostarse temprano para prepararse para el otro día. “No almorzaba ni merendaba, fue un esfuerzo muy grande. Hubo días que por ahí llegaba a las 10 u 11 de la mañana y los chicos ya se habían ido. Si no agarraba el colectivo o el tren justo a horario tardaba un montón. Pese a todo pude rendir”, repasa.
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En Excursionistas volvió a sentirse futbolista, logró sumar protagonismo de a poco y en 2024 alcanzó su mejor versión. Fue la gran figura del equipo que llegó hasta semifinales del reducido de la Primera B que otorgaba un ascenso a la Primera Nacional, tuvo un gran desempeño frente a River en la Copa Argentina y llamó la atención de varios clubes de la Liga Profesional. Tenía todo cerrado para convertirse en refuerzo de Barracas Central, pero un problema a último momento cambió los tantos y rápidamente apareció Independiente Rivadavia. “Había quedado medio bajón porque ya tenía pensando que iba a saltar dos categorías y de repente se cayó, fue un baldazo de agua fría, pero gracias a Dios en Independiente me abrieron las puertas y estoy aprovechando”, resume.
No fue el único jugador proveniente del Ascenso que se asentó en la sorpresiva Lepra mendocina, donde llegó a préstamo por un año, con cargo y opción de compra, pero sí uno de los que más protagonismo tuvo bajo las órdenes de Alfredo Berti: sumó 570 minutos divididos en 13 partidos y fue titular en los últimos dos. Incluso, ante Defensa y Justicia le dio una asistencia a Luciano Gómez que marcó el primer tanto del 3-2. Ahora la ilusión estará puesta en el encuentro de este domingo ante Independiente por los octavos de final del Apertura. “Tengo que seguir mejorando muchas cosas, en especial lo físico, que es el cambio que más noté con respecto al Ascenso, pero estoy muy feliz”, dice Fernández, que en su llegada al club mendocino dejó su lugar de extremo (Sebastián Villa es el dueño de ese puesto) y se convirtió en volante recostado sobre la izquierda.
El gol de Luciano Gómez con asistencia de Fernández

Aunque está en Independiente desde que comenzó el año, todavía se sorprende cuando mira en retrospectiva. “Yo estaba trabajando para esto y la verdad que fue todo muy rápido y muy de golpe para mí”, señala y remarca que aún guarda en su memoria el camino que lo depositó en este lugar: “Del Ascenso te llevás muchas cosas porque es un fútbol diferente en el que hay mucho roce, no tenés espacios para jugar y muchas veces te matan a patadas”.
El platense de 23 años que habla con una sapiencia inusual para su edad, como si en cada palabra aún perduraran las huellas de alguien que ha vivido mucho, antes de colgar el teléfono para continuar con su rutina en Mendoza y mientras Barcelona e Inter regalan a un inolvidable 3-3 en la ida de las semifinales de la Champions, frena la pelota y hace una pausa para una reflexión final: “Después de tanto sufrimiento una buena me tenía que venir -confía-. Los jugadores también sufrimos, no siempre todo es lindo como parece, somos humanos, no robots, pero el fútbol tiene estas cosas: un día estás muerto y al otro en un lugar que ni vos imaginás”.

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